El calor del sol sobre la tierra.
Tus pies en mi ventana.
las mañanas de viernes.
 los apuros nocturnos.
 la terraza.
 Tu maldad,
esa que termina en un abrazo.
 La vibración de los segundos tensos.
 El timbre del verano.
 El sabor de tus risas de vino.
 La entrada de los domingos, arrebatadas. 
 No temer al tiempo.
 Los lunares rojos de la espalda 
contra la que revota mi respiración algunas mañanas,
algunas tardes.
 La curiosidad del porvenir de las horas.
Extraño y condeno al invierno que tanto se llevó de mi. 

Brindo
 por el despertar a las 4 de la tarde,
por las ansias por el siguiente,
 por mis ganas de impulsarte,
 por tus cosquillas.
 Por esas dos palabras que convergen para escupir las otras dos que las contestan. 
 Por la inquietud,
 por el beso de nuestras manos,
 por la espera nocturna,
 por el cigarro en el balcón,
 por el vino, claro.
 Por las siestas de 10 minutos,
apresuradas, con miedo.
 Por los abriles,
 por las dudas,
 por tus orejas,
 por San Telmo,
 por el tren,
durmiendo no sobre vos, sino en vos.
 Por mi corazón de oro rayado
que se muere por caer en tu boca.
Brindo por tus brazos despedazando mis pulmones.





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