Cuánto te habrá dolido acostumbrarte a mí, 
a mi alma sola y salvaje, a mi nombre que todos 
    ahuyentan.
Hemos visto arder tantas veces el lucero besándonos 
    los ojos 
y sobre nuestras cabezas destorcerse los crepúsculos 
en abanicos gigantes.
Mis palabras llovieron sobre ti acariciándote.
Amé desde hace tiempo tu cuerpo de nácar soleado.
(El pibito que me ceba todos los días ♥)

No hay comentarios:

Publicar un comentario